El potencial oculto en la generación de valor nacional

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El análisis de la semana ganadera a cargo de María Julia Aiassa del ROSGAN.

Fuente: Campo Total

La ganadería bovina es sin dudas una de las actividades de mayor arraigo nacional, con una producción que históricamente se ha volcado en forma mayoritaria al mercado interno. En efecto, aun tras el fuerte crecimiento registrado por las exportaciones en los últimos años, el consumo local sigue absorbiendo 3 de cada 4 toneladas de carne producidas en el país.

Sin embargo, pese a este importante nivel de abastecimiento interno, el impacto que han tenido los últimos aumentos registrados en el precio de la carne, producto de una desmedida intervención política en la materia, ha llevado al sector a un lugar de alta exposición que poco ha contribuido a valorar el verdadero aporte de la actividad al desarrollo regional.

Lejos de confrontar, resulta clave comunicar las fortalezas que presenta el sector como motor para la generación de valor.
En 2020, las exportaciones de carne aportaron al país divisas por USD 2.700 millones, un mercado que, pese a la baja de precios registrada durante el año, logra triplicar el nivel de divisas ingresado 5 años atrás. Sin considerar lo proveniente de la exportación de cueros y menudencias que, aun con sus vaivenes, son rubros que en conjunto aportan aproximadamente otros USD 700 a USD 800 millones al año.

Lo interesante de estas cifras resulta precisamente en el componente nacional que integran estos productos y, por ende, en el efecto multiplicador que genera en otras actividades cada punto de crecimiento de en materia de exportaciones. En este sentido, la industria de alimentos balanceados, la industria de productos veterinarios, la producción de semillas forrajeras, así como los servicios de transporte, laboratorios, profesionales veterinarios, consignatarios, etc. ven movilizada su actividad cada vez que la ganadería expande su mercado a través de la exportación.

Otra de las fortalezas a destacar es que, a diferencia de otros sectores productivos, gran parte de los insumos empleados por la ganadería son de producción nacional lo que, a su vez, genera balanzas comerciales positivas en estos rubros. A medida que el sector primario crece, permite potenciar el desarrollo de otros sectores proveedores que hoy también se posicionan como exportadores netos. Tal es el caso del mercado de semillas forrajeras, el mercado de productos veterinarios e incluso el mercado de genética bovina, los cuales a partir del desarrollo del mercado local han logrado expandir su horizonte a otros mercados.

En el caso de los alimentos balanceados, su desarrollo tiene un doble impacto en la generación de valor, dado que permite convertir una materia prima que usualmente se exporta sin procesar, en alimento y posteriormente en carne. En Argentina existen cerca de 600 plantas habilitadas para la producción de alimentos balanceados donde se agrega valor a más de 7 millones de toneladas de grano al año con destino a bovinos de carne y leche y más de 20 millones si sumamos el resto de las producciones ganaderas. Más allá de algunos componentes como ciertos aditivos, núcleos vitamínicos, minerales y enzimas que se importan, el mayor componente del producto es de origen nacional.

En definitiva, la actividad ganadera es uno de los grandes vehículos de agregado de valor de nuestras comodities agrícolas. Miles de toneladas de soja y maíz que hoy se exportan sin procesar, podrían convertirse en más carne de pollo, vacuno o cerdo, incorporando valor.
Además de todo ello, desde el punto de vista socioeconómico y cultural, una de las grandes fortalezas del sector es la capacidad de generar trabajo con arraigo en el interior, lo que confiere a la actividad una dimensión de territorialidad de alto impacto para el desarrollo de las poblaciones rurales.

Según una investigación de la fundación FADA (Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina), en 2018 la ganadería aportó 422 mil puestos de trabajo, el 11,4% del total de la agroindustria. De acuerdo al trabajo, las cadenas agroindustriales en su conjunto aportaban el 22% del empleo privado del país, un total de 3,7 millones de puestos de trabajo. Dentro de ellas, la ganadería bovina ocupaba el segundo lugar luego de la actividad frutihortícola que, aun siendo altamente intensiva en mano de obra, empleaba el 11,9% de los puestos de trabajo agroindustriales.

Dentro de la cadena bovina, el informe de FADA detalla que la etapa primaria representaba el 62% del empleo, alcanzando los 264 mil puestos, de los cuales el 97% proviene de la cría, invernada y feedlot comercial, y el resto corresponde a otros servicios pecuarios. En orden de relevancia sigue la etapa comercial, con el 18% del empleo (77 mil puestos de trabajo), el eslabón industrial aportando otro 15% (65 mil puestos de trabajo) en actividades como la faena de bovinos, procesamiento de carne y el tratamiento de cueros y finalmente, el transporte de carne bovina y ganado en pie, empleando unos 6 mil puestos en sus diferentes modalidades.

De acuerdo a un estudio realizado por el Centro de Economía Regional de la Universidad de San Martin (El impacto del incremento de las exportaciones de carne bovina a China, Adrián Gutiérrez Cabello y Agustina Ciancio), “el mayor nivel de actividad en el segmento de producción y procesamiento de carne como consecuencia del incremento en las exportaciones tiene un efecto multiplicador de 6,6”. Conforme a una simulación de relaciones intersectoriales realizada en esta investigación, “por cada peso de valor agregado que se genera en este sector, se producen 5,6 pesos adicionales en las restantes actividades económicas, como la producción de forraje y pasturas, la elaboración de alimentos balanceados y servicios de transporte”.

Esto deriva en una conclusión simple, cuanto mayor sea el crecimiento que experimente el sector, mayor es el valor que agrega a todas estas actividades asociadas.
Sin embargo, siendo la ganadería una actividad primaria de fuerte arraigo en el interior, su crecimiento fortalece además el desarrollo de las economías regionales, al fomentar la permanencia de la población en las áreas rurales. En concreto, todo un potencial oculto que es preciso comenzar a comunicar.

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